Me veo inmerso en días de aparente tranquilidad. La misma que otorga dormir en una cama grande y cómoda todas las noches, que te lleven de paseo por donde quieras y tener una cerveza fría en la nevera siempre disponible. Nunca está de más pasar unos días sintiéndose como en casa.
Esta privilegiada situación me está permitiendo conocer, de primera mano, la vida diaria de cualquier hijo de vecino aquí en los States. Aquello que nos resulta totalmente insustancial cuando nos absorbe la rutina y que, precisamente cuando te alejas de ella, descubres que es lo que consigue que nos sintamos identificados con un lugar, unas personas...
Siento que la ciudad forma un poco más parte de mi (y viceversa) ahora que sé lo que significa el rótulo de "Click it or ticket" de las pantallas de la autopista, por ejemplo. Desde que me he cortado el pelo en una Barber Shop o desde que me he tragado entero un partido de los San Diego Chargers, llegando a entender lo suficiente el fútbol americano como para acordarme de la santa madre de alguno tras la derrota de "mi" equipo a cargo de los Broncos de Denver.
Pasar la tarde viendo películas en casa echando al gaznate un zumo de arándanos, visitar los campamentos de caravanas del tamaño de autobuses, que Omar me descubra que los reflectantes de color azul en la carretera son para señalizar las bocas de riego, cenar unos burritos, salir a correr por el parque natural (con salina incluida) que une la ciudad con Coronado Island...
Esas pequeñas cosas a las que, si viviese aquí habitualmente, no daría la menor importancia, son a las que ahora encuentro el encanto. La cercanía de la normalidad. Es lo que tiene.
P.D: También me interesa aquello que se salga un poco de lo común. Como el concierto de B.B King del miércoles para el que ya he comprado las entradas, por ejemplo.
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