¿Qué pasa si te cobran 100 dólares por la entrada y luego B.B. King toca una hora escasa? Primero, puede que pienses que el hombre está mayor (86 palos nada menos) y ya ha chupado demasiada carretera, que es un lujo que lo siga haciendo y que el hecho de que tengas la oportunidad de estar presente en una de sus actuaciones es la pera con orejas por sí mismo. No deja de ser uno de los últimos exponentes de la edad de oro del blues y la calidad musical, simplemente, no se puede negar. No se llega a ser B.B. King así como así. Eso está claro.
Pero cuando al rato le levantan de la silla en la que ha estado tocando, que tenías a tiro de piedra después de defender tu posición en el abarrotado local con un par de miradas de pisco-killer, te quedas con ganas de más. De mucho más. Y la idea de estar pagando la pensión de un jubilado en lugar de un concierto empieza a rondarte la sesera.
Entonces decides amortizar la entrada de alguna manera antes de que el Belly Up eche el cierre, para lo que tampoco falta mucho. Un par de cervezas y empiezas a conocer gente. Óscar, que trabaja en el baño ofreciendo papel para secarte las manos y cigarrillos por la voluntad. Me cuenta, al enterarse de que soy español, de que estuvo en sendas actuaciones de Aviador Dro y Mikel Erentxu, ambas en Tijuana. Un tipo con un gusto musical de lo más variado, el tal Óscar.
Al salir me topo con Ryan, que ha estado haciendo fotos del concierto para la página web de un medio de comunicación de San Diego. Me comenta que tiene una empresa con su mujer y que están importando no sé qué artilugio electrónico de Bulgaria. En estas estamos hasta que aparece Omar, me coge del brazo y me arrastra hasta la barra. Allí estaban el pianista y la sección de vientos de la banda de B.B King casi al completo. Después de brindar y hacernos varias fotos con ellos, conocí a un hombre que había estado viviendo en España, cuando lo de Kobi y tal. Del nombre no me acuerdo, pero acabó regalándome una placa, de esas que imitan a las matrículas, del merchandising de B.B.
Le traje buenos recuerdos, supongo.
Conduciendo de camino a casa en la radio pincharon Susie Q, de los Rolling Stones. Cuanto peor la cantábamos, más nos reíamos; y me di cuenta de que no se pueden comprar los buenos momentos. No se pueden comprar entradas para una noche así.
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