jueves, 17 de noviembre de 2011

NOLA

Un golpe de calor, húmedo y pegajoso, me abofeteó la cara al bajar del tren en New Orleans (Nola, a partir de ahora). Uno lo agradece, más aún después de haberle visto las orejas al lobo en Chicago. Muchas cosas diferencian a Nola del resto de los Estados Unidos, además del clima. Y lo principal, se sienten muy orgullosos de su excepcionalidad.

La arquitectura, sobre todo en el French Quarter, refleja como pocas cosas (quizás la comida también) la tremenda mezcla de culturas que tiene lugar en esta ciudad. Franceses, españoles, criollos, americanos, caribeños, africanos... Todos han contribuido a crear el espíritu de New Orleans. Su situación, en el tramo final del Mississippi, ha facilitado el desembarco de todos ellos, estableciéndola como puerto comercial de primera clase. Como dicen por aquí, Nola tenía, hace un par de siglos, más millonarios entre sus habitantes que cualquier otra ciudad del mundo. Luego los americanos compraron Louisiana y ya no quedan muchos por aquí.

Pero queda gente agradecida con los visitantes, ya que el turismo es la principal herramienta de la que dispone New Orleans para sustentar la reconstrucción de la ciudad tras los huracanes Katrina y Rita. De hecho, te dan las gracias por venir a la ciudad, no por contratar sus excursiones o comprar en sus tiendas. Lo que se merece un gallifante, por lo menos.

Por último, Nola es una ciudad estrechamente unida a la música, como el resto de las retratadas en esta ruta, pero con una mayor diversidad de estilos. Si las bandas que tocan en la calle (principalmente instrumentos de viento y percusión) no consiguen que muevas los pies, estás muerto, colega.

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