miércoles, 16 de noviembre de 2011

Heartbreak Motel

Todavía no tengo muy claro qué escribir sobre Memphis. Tengo sensaciones contradictorias al respecto. La cabeza me dice que, como cualquier lugar, Memphis tiene sus puntos a favor y en contra. Pero por otro lado, no he conseguido deshacerme de un regusto amargo desde que dejé la ciudad. Para mí, Memphis ha sido el sitio en el que he descubierto lo mucho que me gustó Chicago que, pesar de ser una gran ciudad, tiene algo. Eso que alguna gente llamaría alma o carácter, o yo que sé. Pero lo tiene.

Solo estuve cuatro días, pero lo que vi de Memphis refleja una forma de actuar bastante hipócrita que, por otro lado, me resulta familiar. No he viajado tantos kilómetros para emborracharme en una calle cerrada al tráfico (léase West End de Sant Antoni), en la que entre bar y bar me cuelan una tienda de souvenirs con camisetas, copas, pegatinas y hasta tapas de w.c. con la jeta de Elvis.

Por un lado se intenta que la gente siga una conducta recta y respetuosa con los demás, renunciando a menudo a pequeñas pero importantes dosis de libertad personal. Pero por otro, te cierran Beale Street al tráfico para que puedas mamarte y desfasar a tus anchas. Ni tanto ni tan calvo, señores.

Todo tiene un aire muy artificial. Aquí Beale Street, aquí su litro de cerveza y más allá poca cosa. Me pareció una comercialización un tanto burda de la historia musical de dicha calle y de la ciudad en general. En mi humilde opinión, las bandas que pude escuchar, tanto en garitos como en la calle, tampoco eran nada del otro mundo. Simple apreciación personal, repito. Supongo que el hecho de que en el motel me cobraran la noche al doble que en Chicago tampoco ayudó mucho. Pero lo cierto es que estaba el doble de sucio, así que si ese es el factor que determina el precio, no tengo queja ninguna.

Aún así, hubo un par de momentos que me reconciliaron con la ciudad. El Museo Nacional de los Derechos Civiles es de visita obligada si se pasa por Memphis. Muy bien montado, con una cantidad ingente de información y situado en el edificio del mismo motel en el que asesinaron a Martin Luther King. También se puede acceder a la fábrica de las guitarras Gibson, a ser posible evitando los domingos (no hay casi nadie trabajando y es bastante aburrido).

Memphis también fue la casa de los sellos discográficos Sun y Stax, convertidos ambos en museos. No puedo opinar, no fui. Elegí el museo del rock y el soul, y sinceramente creo que me equivoqué. Y creo que en Memphis cometí más de un error. Quizás no entré en los sitios adecuados, o no en el momento preciso. A lo peor me había creado unas expectativas que nada tenían que ver con la ciudad. Puede que hubiese sido mejor alquilar un coche y recorrer los alrededores. Ahora es tarde, y lo único que sé es que le debo una segunda oportunidad a la ciudad.

No hay tiempo para lamentarse. Todo forma parte del viaje. Ahora es el turno de New Orleans...

PD: No, no fui a Graceland. No soy tan fan de Elvis.

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